Una obra puede contener un montaje y decoración un tanto realista-naturalista o un diseño irrealista o abstracto. Pero, aun siendo fiel a estos principios, el escenógrafo tiene que comunicar al público la sensación de novedad o sorpresa propias de la obra de arte.
Los decorados, por tanto, más que enmarcar el lugar de la acción, tienen que crear el espacio dramático y ser parte integrante de la representación, creando una atmósfera embolvente. En consecuencia los problemas que se le presentan al escenógrafo están vinculados al montaje y al tratamiento que se dé a la obra.
En el plano realista-naturalista se necesita de cierta ambientación, aunque no con unos objetivos de exactitud extrema, sino con un toque de creatividad. En el plano abstracto o teatralista el principal problema consiste en encontrar un decorado que en cada momento de la puesta en escena tenga funcionalidad para la creación del clima necesario. En realidad, ambos planos suelen entrecruzarse en el momento actual y no se excluyen rotundamente, sobre todo habida cuenta de los tonos de farsa crítica o simbolismo con que se tratan hoy en día los textos. Esto no sólo favorece al tratamiento, sino que ayuda para la puesta en escena en la que cada vezse huye más de la falsa sensación de verosimilitud.
Hay dos procedimientos clásicos. Uno es el de mutaciones sucesivas por series de decorados que se tienen colgadas de la parrilla y que se van cambiando cuando el momento lo requiere. El otro, el de escenario giratorio que tiene sobre su plataforma montadas varias escenas que se
suceden tras el giro impuesto a la misma.